sábado, 23 de mayo de 2015

¿COMER A VOLUNTAD?

¿COMER A VOLUNTAD?

Hace sólo un par de días atrajo mi curiosidad la teoría de un compañero de profesión, entrenador y preparador físico al que tengo en alta consideración dado el acierto con el que trata numerosos temas relacionados con el entrenamiento y la nutrición así como la meridiana claridad con que sabe hacerlos accesibles a personas que no son especialistas.

En concreto su teoría versa sobre la capacidad propia e intrínseca del ser humano para regular por sí mismo y sus sensaciones la pulsión básica del acto alimentario. Se estaría refiriendo tanto a la selección del alimento/s a ingerir como a la cuantía de consumo total.

La base sobre la cual sustenta esta teoría es de una lógica irrebatible. ¿Cuándo y cuánto comer? Cuando se tiene hambre y tanto como se necesite para saciar esa necesidad fisiológica.
A priori la respuesta a esta cuestión parece tan aplastantemente lógica como plantearse la cuestión de cuándo uno ha de beber, respirar o satisfacer cualquier otra necesidad biológica. En efecto nuestro organismo posee los mecanismos necesarios para enviarnos señales de carácter físico y químico en relación a la conveniencia de satisfacer toda necesidad biológica.

Una teoría científica puede ser válida y tremendamente útil no solamente cuando es contrastada en su totalidad sino también cuando puede ser contrastada sólo parcialmente como pienso que es el caso.
Abordaré la idoneidad de este tipo de conducta alimentaria desde dos puntos de vista. El circunscrito al deportista (culturista o cualquier otro deporte) y el extendido al común poblacional no deportista.

1.       EL DEPORTISTA

El deportista pretende objetivos que distan mucho del respeto a la fisiología natural de la que hemos sido provistos. Nuestro organismo no esta diseñado para funcionar de manera óptima con un 5% de grasa corporal (muchísimo menos el de la mujer), ni para realizar numerosas y cíclicas extensiones de rodilla y cadera bajo una barra cargada con 150kg ni para correr los 100m en menos de 11’’

Por supuesto la fisiología del deportista es una fisiología alterada a conveniencia de manera totalmente artificial. Se precisa de un entrenamiento específico (método artificial) que induzca una serie de adaptaciones de carácter físico y fisiológico que luchan contra nuestra homeostasis elevando nuestra capacidad de trabajo y de tolerancia a éste.

Pretender un entrenamiento instintivo que respete nuestra sensación de cansancio o de cuándo y cuánto entrenar es algo bastante irracional dado que si respetamos las señales que nos envía nuestro cerebro muchas sesiones de entrenamiento finalizarían en nuestro sofá…
Forzamos la implicación extrema de unas capacidades físicas naturales (fuerza, resistencia…) a través de un método artificial (entrenamiento) que las pretende elevar a mayores niveles. Y ésto no lo conseguimos respetando nuestras sensaciones fisiológicas…

Del mismo modo podemos entender que no podemos guiarnos por lo “natural” de nuestras sensaciones fisiológicas vinculadas al acto alimentario para construir un físico “sobrenatural”
Más de uno estaréis pensando… bueno yo llevo 15, 20, 25 años entrenando y siguiendo dietas y sé perfectamente cuándo debo entrenar, cuánto y también cuándo he de comer y cuánto. 
Perfecto, ciertos atletas pueden llegar a un dominio tal de sus sensaciones respecto a entrenamiento y alimentación como para poder gestionar de manera instintiva su preparación. Pero ésto no significa que estén respetando su “instinto fisiológico natural” de tolerancia al estrés/esfuerzo y hambre/saciedad sino mas bien que son capaces de respetar su instinto en relación a un proceso artificial adquirido y aprendido a lo largo de muchos años.

2.       COMÚN POBLACIONAL

Hemos visto que el deportista organiza unos medios como son el entrenamiento y la alimentación de manera artificial para obtener un resultado también artificial a expensas de no respetar su fisiología “de serie”
Bien… ¿pero qué pasa si nos referimos al común poblacional? Sin contemplar variables referidas a la artificialidad que comporta la consecución de un objetivo deportivo o una serie de adaptaciones suprafisiológicas?
¿Estamos realmente preparados para comer a voluntad siendo capaces de mantener el peso y obtener un equilibrio y estado nutricional óptimo?

Por lo que se refiere al equilibrio energético comparto y disiento. Por una parte existen numerosos estudios para valorar la evolución del peso corporal en personas con alimentación ad líbitum (a voluntad) en los que se aprecia como después incluso de periodos de larga restricción llega un momento en el que ellos mismos regulan a la baja su ingreso calórico, pasando de ingerir hasta 10.000kcal los primeros días a sólo unos cientos de kcal al día con la misma libertad y disposición de selección de alimentos. Ésto sugiere y apoya la teoría de que tenemos un “alimentostato” tal y como sugiriera el antropólogo Marvin Harris y ahora ya sabemos a ciencia cierta que nos induce a comer más o menos según nuestro estado nutricional, nivel de grasa corporal y el nivel de una serie de hormonas, péptidos, neurotransmisores etc

El problema es que este “alimentostato” o lo que es lo mismo esta percepción propia y fisiológica de cuándo y cuánto comer no es igual para todo el mundo. Es el motivo por el cual algunas personas parecen no necesitar comer y otras parecen no llenarse nunca. Excluímos desórdenes de tipo metabólico y condicionantes culturales.

Mi teoría personal es que estamos programados para comer y para tender siempre a la búsqueda de un ligero superávit calórico como simple adaptación evolutiva a lo largo de nuestra historia.

La disposición actual que tenemos de comida es algo sumamente reciente. La mayor parte de nuestra historia (considerando la aparición del Homo Sapiens y los 200 a 160.000 años que lleva sobre la tierra) alimentarse ha constituido un acto de completo privilegio que cabía aprovechar y muy bien.

Parece claro que el Homo Sapiens cazador no dosificaba lo que comía y cuando lo hacía tal como lo hace el resto de animales cazadores satisfacía su necesidad de alimento de manera sobredimensionada ingiriendo toda la carne y grasa posible dada la incertidumbre de cuándo podría volver a comer.

Sin embargo el Homo Sapiens recolector y agricultor sedentario también sufría el rigor del hambre ya que su alimentación estaba sujeta a los periodos de maduración durante los cuales los frutos aún no estaban listos para la cosecha y los de recogida en los que satisfacían un hambre atrasada…
En definitiva todo nos induce a pensar que la selección natural ha favorecido la supervivencia de los individuos con una mayor capacidad de ingesta, acúmulo de grasa corporal y rápida percepción del hambre.

La combinación de este fenotipo con la libre y fácil disposición de comida actual resultan en una mezcla completamente explosiva.
Veo muy difícil que en completa disposición de alimento el común poblacional regule su ingreso calórico de manera equilibrada a lo largo del tiempo. Porque lucha contra su fenotipo y contra lo que ha sido natural durante milenios para nuestra especie, las fluctuaciones de peso cíclicas según periodos de abundancia y de escasez alimentaria.

En cuanto a depositar confianza en la teoría de “Comer a voluntad” para cubrir nuestro equilibrio nutricional o lo que es lo mismo ser capaces instintivamente de una selección idónea de nutrientes si que disiento totalmente.

El hecho de que el ser humano sea omnívoro no garantiza en modo alguno que de manera instintiva sea capaz de seleccionar el mejor repertorio de alimentos para alcanzar un equilibrio nutricional óptimo tal como me lo demuestra continuamente la llegada de alumnos que se alimentan exclusivamente a base de Haagen dazs, pizzas o bollería industrial con completa exclusión de su dieta de cualquier tipo de vegetal o verdura, pescados etc sin por supuesto sentir la necesidad de incluirlos…

Es cierto que en caso de acumular un déficit severo respecto a proteínas, algún tipo de ácido graso o múltiples vitaminas y minerales nuestro organismo nos avisa, sin embargo no sucede de manera inmediata y a menudo sólo nos damos cuenta cuando vemos la manifestación clínica de ese déficit (la cual tarda en llegar) pero no nos damos cuenta en toda la fase de manifestación subclínica.

Como sucedía con el entrenamiento puede haber personas que con los conocimientos y la práctica adquiridos a lo largo de años sepan alimentarse de manera equilibrada pero no significa que hayan sido capaces finalmente de respetar su necesidad fisiológica real sino mas bien que son capaces de respetar su necesidad fisiológica adquirida y aprendida.

Conclusión

La teoría de “comer a voluntad” efectivamente respeta nuestra fisiología natural el problema es que si somos deportistas luchamos contra el respeto a esa fisiología de la cual hemos sido provistos genéticamente y si no somos deportistas pero queremos un estado nutricional óptimo sostenido en el tiempo del mismo modo hemos de acudir a un patrón de conducta alimentaria totalmente artificial, aprendido y adquirido.

Andrés Alonso

Licenciado en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (Colegiado nº 22.552)

Preparador Personal Especializado en Nutrición y Dietética Deportiva de alto nivel


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